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martes, 27 de septiembre de 2016

La triste costumbre

Esa triste costumbre de que el horror no parezca tan desastroso,  que las noticias no nos sorprendan, que sepamos el final de la historia mucho antes de la certeza.

Esa triste costumbre de saber que nadie va a salvarnos, que relacionarte con el otro deja de ser un acto de sano nerviosismo para obligarte a volverte juez de un futuro impredecible.

Esa triste costumbre de no saber hasta dónde es discusión humana, hasta dónde los celos son sólo una muestra de amor que no sabe encontrar mejor forma. Esa triste realidad que nos lleva a vivir a la defensiva, viendo como potencial asesino a cualquiera.

¡Eso no es culpa nuestra, señores jueces!
Eso es culpa de ustedes que nos llevaron a esto. Esto es culpa de ustedes que liberaron violadores, pedófilos,  asesinos... eso es culpa de quienes hacen las leyes, porque son ustedes los que deciden si ser violada de día es menos grave que ser violada de noche. Es culpa de ustedes que con cada fallo y perdón rápido están condenando a otra mujer. Es culpa de ustedes que siguen sin entender que esos cuerpos: semi enterrados, calcinados, desintegrados, o los que aún no aparecen, eran personas. Eran mujeres u hombres que le quitaron el sueño a alguien e hicieron soñar a otros, eran mujeres u hombres que nacieron de otras mujeres y hombres, eran mujeres u hombres que enriquecían la vida de alguien más, por ejemplo sus hijos; eran sueños vivos y eran parte de la fotografía misma de la vida.

Es culpa de ustedes que firman desde sus despachos suntuosos,  que vuelven a casa y apoyan la cabeza en la almohada porque jamás entendieron que cada firma estaba sentenciando a otro ser humano. Esas lapiceras y esos sellos son balas, señores jueces y legisladores.

Esa triste costumbre de soportar que todo termine en manos de ustedes está llegando a un punto insostenible. Por ellas y por ellos. Por cada muerto de este bendito suelo es que ustedes deben responder por cada mala decisión.

Por Janet, Soledad, María,  Axel, Diego, Jorge, Matías, Florencia, Marta, Nora, Ángeles, Agustín, Nahuel y cada nombre existente.

La violencia brota con cada padre que muere exigiendo justicia por sus hijos, muchas veces sin lograrlo. La violencia impera en la mente de los bárbaros pero también de los artistas y eso ya no es responsabilidad de los que quedamos librados a la suerte que nos regalen las condenas que ustedes dibujan desde sus lugares impunes.

Creo que subestiman la fuerza de la gente buena que hasta hoy ha regalado digna tolerancia... pero no deberían hacerlo. Basta de la inoperancia que los caracteriza,  basta de la inhumanidad que los reina, basta de firmar libertades que generan muerte allí afuera.

Justicia. Basta de impunidad.

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