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domingo, 25 de diciembre de 2016

Dos caminos

Se puede vivir de dos formas: con amor y sin amor.

Por estos lares, casi cayéndonos del continente,  estamos los argentinos.  Somos seres iguales al resto de la humanidad aunque disfrutemos creyéndonos distintos, interesantes y raros.

Por acá anda todo dividido. Los K y los anti K, los cumbieros y los chetos, los del rock pulenta y los del rock de "elite", River y Boca, los que aman el asado y los veganos, los que toman mate amargo y los que le ponen azúcar,  los que quieren a Maradona y los que quieren a Messi.

El argentino no tiene problema con el dolor porque se lo banca, el asunto es que la expresión o no de ese padecer siempre depende de quién los hiere. Todos nos estafan, desde hace rato, pero siempre estamos apuntando al otro para que el de nuestro equipo parezca "menos peor".

El argentino nace jefe y campeón.  Sabe todo y no necesita leer manuales con ninguna instrucción. Se queja cuando no le dan algo y cuando se lo dan,  sospecha. No en vano está la frase "otra vez el tango"... somos quejosos, llorones.

Es cierto, no todos. Pero en líneas generales es así.  Estos últimos meses fueron insufribles las redes sociales, que PAMI, que los descuentos, que no entran inversiones al país,  que vamos en picada, que voy a prender el aire cuando vuelva Cristina, que el paro, que las paritarias, que la obra social, que mi jefe, que el bondi, que la telefonía móvil... 

Algunos aspectos son muy importantes, el 90% de los que opinan y publican estadísticas y balances hacen copia y pegatina y repiten y reproducen o para generar alegría o para inducir suicidios en masa.

El punto es que ayer a las 00.00 los hogares de barro, los lujosos pisos de Puerto Madero, los dueños de los campos, los fundadores de comedores barriales, los niños de una escuela privada, los de una pública,  el gerente, el operario, el de mantenimiento, el desocupado,  el que recién se recibió,  la embarazada, el que no quiere hijos, el que los sueña,  el engañado,  el que engañó,  los abuelos, los hijos, los nietos, los que tienen auto, los que no, los que celebran todo con tal de que haya fiesta, los solitarios, los viajantes,  los que preparan comida, los comensales; todos pensamos en alguien que queremos.

Ahí no hubo economía ni política que valiera la pena. Ayer no hubo lugar para nadie que no haya sido verdaderamente parte de nuestras vidas. Hay dos formas de vivir: con y sin amor. El argentino es calentón y se las sabe todas, siempre reclama más de lo que da, nunca le alcanza y siempre siente que alguien lo está estafando... pero el argentino siempre tiene alguien en su mente a quien le gustaría abrazar.

Ayer dejé a un lado el celular porque quería ver a mis personas queridas. Las observé y las respeté tal y como son. Ayer agradecí poder levantar una copa y decirles "que Dios te bendiga". No se bien quién será Dios, cuál será su forma, su procedencia, pero estoy convencida de que el milagro de la vida no puede ser obra de nadie como nosotros, los simples mortales. Ayer a las 00 todos abrazamos a alguien, más no sea con la hermosa capacidad de recordar.

En fin... nos envenenamos 364 días del año y nos regalamos escasos buenos ratos. Ojalá algún día cambiemos la proporción.  Ojalá algún día podamos dar vuelta la historia.

Es cierto que hay que batallar, pero la vida pasa por otro lado, justo por ese lado que estamos dejando pasar.

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