A veces no se puede decir "adiós".
No es desprecio por la palabra,
no es apego por lo imposible,
no se trata de querer seguir porque
es más fácil continuar algo comenzado que ir de cero.
A veces no se puede decir "adiós"
porque cuando se ama,
se da tanto de uno que es imposible rearmarse y
dar vuelta la página.
Entonces no se trata de una palabra,
pues sucedería lo mismo si osara usar sinónimos,
de todas formas... ninguno querría salir de mi boca.
Posiblemente "adiós" es una de esas palabras que
nacen con ganas de morir.
A veces no se puede decir "adiós" porque
sería algo así como despedirse de la parte más feliz de uno,
sería como dejar abandonado en la oscuridad
un sentimiento noble que no necesitó nada a cambio para vivir.
No se puede decir adiós porque el amor se pare,
se sufre por dentro, en silencio y se le tiene mucho miedo.
Aquellos que se permiten amar saben que algún día
puede llegar el adiós a destrozarlo todo.
Empiezo a sospechar que verdaderamente
"el olvido es una fantasía"...
y mientras susurro en el silencio de la noche esa frase,
voy dibujando en el vidrio empañado,
letra a letra, mi única certeza:
"no se qué será después".
Aquí quedarán los puntos suspensivos de
tantas historias que alguna vez creí,
quedarán sorpresas, charlas, diferencias y
bellas coincidencias que seguirán
vivas en estos rincones en los que,
envuelta en tus ojos negros, jugué a ser feliz.
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