Dos días después de haber cumplido 33 años me permito estas líneas.
Hay momentos convulsionados en la vida, afectos que se vuelven poco "afectos" y otros que nos dan cariño que no sabemos si merecemos. Hay días que duelen mucho, que nos atan la voz y nos quitan el sueño pero que, indefectiblemente, sirven para parar el mundo, el reloj, la pelota y ver qué nos está pasando.
Los días previos a mi cumpleaños no han sido ideales pero de las situaciones menos perfectas se aprenden las mejores lecciones así que, acá estoy.
33 años, todo un número si asumo que en mi memoria no están tan distantes mis 15 años, mi secundario, mis ingresos al ISER. 33 años siendo una gran soñadora en acción, creyendo que siempre todo va a estar mejor, sabiendo que depende de mi esfuerzo el 80% del éxito o no, entendiendo que a veces una puerta cerrada es un gran regalo.
33 años de los cuales recuerdo casi todos.
En estos 33 años vi cómo la vida convertía a mis padres en mis héroes, vi a mi hermana volverse mi amiga, soñé con un buen amor (no con un príncipe azul sino con un tipo que me quisiera en su equipo), me equivoqué, me decepcioné, decepcioné a otros, me postergué, abandoné sueños, insistí con otros, fracasé, lloré, pasé algunas noches sin dormir, lo logré.
En estos 33 años vi crecer demasiado rápido a personas que amé y por las que hubiese dado mi vida, me dolió el paso del tiempo. Aprendí a irme cuando algo no me hacía bien, intenté unir a las personas que no debían estar separadas, lastimé sin querer, pedí perdón, me perdonaron pero no aprendí a perdonarme.
En estos 33 años probé con 3 carreras, me quedé con la más sencilla para recibirme pero la más difícil de conquistar. La conquisté. Pasé largas noches soñándome en una radio, me metí en estudios en los cuales no se veían las tapas de los CDs de la tierra (si -con suerte- había música y no la tenía que llevar yo) y fui feliz y trabajé como si estuviera en la mejor emisora del mundo.
Tuve los mejores operadores, con o sin título ellos daban luz al cartelito más hermoso, ese que dice "Aire". Conocí a Badía, me dijo que me parecía a su primer amor, me enamoré de él cuando dijo eso.
Llegué a Aspen y presenté las canciones que más amaba escuchar, supe lo que era la máxima felicidad, también conocí lo que era no coordinar del sueño. No me quejé porque cuando me sentía destruída pensaba en un albañil que se levanta a las 5 de la mañana y se muere de frío y ahí se me pasaba el padecimiento. Cuando me dormí con los ojos abiertos me fui, por respeto a Aspen y por respeto a su audiencia que merecía de mi lo mejor. Nació Arpeggio y me adoptó, me enamoré de la música clásica, es mi casa y allí me divierto y siempre saco algo nuevo para guardar en mi cabeza y en mis oídos.
Después de Aspen creí que ya no volvería a conducir, no es nada fácil la cosa... y un día dos amigos me dijeron "se va una locutora de Vale", me pasaron un mail, (fue el primer CV que envié por mail). Al otro día me llamó mi actual jefe, fui al casting, me dijo: "tengo para ofrecerte ya mismo los fines de semana en la trasnoche".
Sentí ganas de inmolarme, le dije: "acepto pero, por favor no me dejes morir en la trasnoche" mientras mi cerebro repetía en silencio "no le podés estar diciendo esto a este hombre".
Me contestó: "no te puedo prometer nada porque lo que tengo es esto".
Le agradecí el trabajo. Me fui pensando que me lo merecía ya que, camino a la entrevista, ayudé a cruzar la avenida a un ciego y se me cayó al piso... pensé que era un castigo divino por mi improductiva solidaridad.
Un día, una de las locutoras más hermosas del mundo me dio un regalo y sin saberlo cambió todo (Irene Córdoba). Empecé a trabajar a la tarde, gran desafío, romper estereotipos. Mis compañeros y mi jefe me dijeron: "pensá que estás hablándole a una amiga" y eso fue todo, descubrí que conducir es eso. Adaptarse al carro, subirse a la onda, tener siempre en cuenta el momento del día y por sobre todo, agradecer la oportunidad.
Tuve grandes bendiciones y buenos jefes.
Jamás recibí propuestas indecentes, en cambio recibí confianza y me alegra que hayan creído y crean en mi. En estos 33 años cultivé en mi mente la idea simple y certera de que para hacer las cosas, hay que hacerlas bien... sino, es preferible "no hacer un carajo". Tuve 19 trabajos, me fui bien de todos, aprendí en todos y me quedaron buenos amigos en cada uno de ellos. Nunca le pisé la cabeza a nadie para llegar porque en casa me enseñaron que el obstáculo más difícil es ese que veo cuando miro al espejo.
En 33 años soñé con tener una familia propia, elegí mal, me sentí usada y entendí que eso era responsabilidad mía. Me regalaron un perro, lo detesté porque "era el souvenir que me dejaba un ex para ligarme al pasado", y un día llegué y vi que esa bola de pelos meneaba su rabo y se hacía pis cuando me veía y entendí que no debo juzgar sin dar una oportunidad. Aprendí a amarlo y me ama. Es mío, decora mi vida con su amor de cuatro patas y me enseña que cuando se ama, es sin condiciones.
En 33 años pasé los últimos 10 llevando con alegría el título más generoso que me ha dado la vida: TIA. Entendí que en una sonrisa reside la sanación, aprendí que cuando alguien te abraza y sólo te llega a la rodilla en realidad está tocando tu corazón.
33 años y yo sólo pienso en mirar al cielo y decir "GRACIAS". A vos, que pusiste gente tan maravillosa en mi vida. Gracias por los que no puedo abrazar, gracias porque los tuve. Gracias por los padres que me regalaste, gracias porque los veo y los amo cada día más, gracias porque me dan todo y yo sigo sintiendo que haga lo que haga sigo estando en falta, gracias por mi hermana y por su cercanía en mis momentos más tristes, gracias por mis amigos, mi gente querida, por los hijos de mis amigos que son sus alegrías y que por ser la de ellos, son la mía. Gracias por los lugares a los que llego y donde me regalan una sonrisa.
33 años en los que hay muchas cosas que no han sido como soñaba, pero otras me han sorprendido tan maravillosamente que todo valdrá siempre la pena y la alegría.
"Sueña un sueño despacito entre mis manos hasta que por la ventana suba el sol"... así decía la canción con la que me dormía mi madrina. Yo seguiré soñando y todo será siempre mucho mejor.
#Gracias papá, mamá, sis, madri, Vi, Gi, Ly, Fettu, Ni, a los que me escucharon en alguna radio y me dejaron entrar en sus casitas y a todos los compañeros, colegas y oyentes que me crucé estos años.
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