¿Cómo actuarías si alguien te dijera que tu fecha de vencimiento puede ser develada de una vez y para siempre?
No miro películas por la noche porque quiero irme a dormir con la mente libre de angustias innecesarias y creo que la suerte que se corre cuando se elige una película oscila entre la violencia y la tristeza en un ochenta por ciento de los casos. Particularmente detesto las películas en las que una persona que muere trasciende las fronteras de la física -tal y como la conocemos nosotros- para contactarse con los que quedan, quizás porque lamentaría tener que reconocer que si no me pude conectar con gente que quiero y que se ha ido es por una incapacidad personal y no por la vida misma.
Hoy vi una película que logró plasmar ese pensamiento que hubiese querido poder decir ordenadamente en tantas oportunidades. El camino suele toparnos con amigos, familia y compañeros que pasan malos ratos, que sufren al tener que decidir, al tener que tomar caminos que generan idea de incertidumbre y por lo general, el dinero o la estabilidad financiera son el motor de la mayoría de las decisiones. Nada es cuestionable. Cada uno hace con su tiempo y su libro lo que desea.
Alguna vez, no mucho tiempo atrás, tuve largas y lindas charlas con alguien a quien quise mucho y repetidamente decía algo así como "no tenés que hacer esto o aquello por mi" dando por sentado que yo hacía grandes esfuerzos por impresionarlo. Me molestaban esas palabras aunque siempre supe que lo que él veía como algo forzado, para mi era un comportamiento natural. Mi idea de tiempo siempre es efímera. Mi idea de vida es voluble. Hacer de un rato simple algo bonito no cuesta nada. Creo.
Yo tenía de él breves instantes, se lo decía a menudo y no como un reclamo, sino para que no malograra los momentos insultando la vida con sus prejuicios desacertados, después de todo respondían a sus costumbres, a su filosofía y a lo que quería creer y no a mis verdaderos motivos. De todas formas, insistí una y otra vez con "mis" costumbres y con mis gestos porque eran el camino que yo elegía recorrer en esa historia, fuera como fuera, durara lo que durara y terminara como terminara.
Yo no sabía nada de tiempo con él, no había horarios y eso era suficiente para que el simple hecho de transcurrir tuviera un valor distinto. Cada despedida era una pequeña muerte. Cada bienvenida parecía una nueva forma de nacer. Pensé innumerable cantidad de veces cómo describir lo que estaba aprendiendo de la situación, no de la historia sino del paso mismo de la vida. Seguía aprendiendo a ver el tiempo como supo verlo Dalí.
Si supieras la fecha de vencimiento de tu envase:
¿dónde estarías ahora?
¿a quién querrías ver?
¿a quién le pedirías perdón?
¿a quién correrías a abrazar?
¿dónde querrías cenar por última vez?
¿qué canción escucharías y por qué?
¿a dónde viajarías?
¿qué harías?
Se que mientras leías las preguntas, sin dudarlo supiste las respuestas. Algunas con varias opciones. Otras temerariamente definitivas. Es como dice aquel dicho: "cuando le preguntás algo al universo tenés que lanzar una moneda al aire... cuando ésta está girando, asombrosamente sabés de qué lado querés que caiga". Siempre sabemos la respuesta. A veces la despertamo demasiado tarde.
La vida, simple y llana, voluble e intensa, enceguecedora por su luz y su oscuridad.
Siguen siendo los pequeños detalles los que nos muestran cómo son las personas, cuánto valen, cuánto nos elevan, cuánto nos desafían, cuánto nos motivan, cuánto nos cautivan, cuánto asombro nos generan, cuánta admiración se ganan.
Esta película no era otra cosa más que una historia de amor, como todas. Tenía una dificultad terrenal: la teórica imposibilidad de estar juntos. Tenía una certeza: la muerte es la que termina dando completo sentido a la vida.
Desintegrar algo puede ser la mejor forma de entender que debemos llevar el cuerpo a esos lugares en los que sabemos que indefectiblemente puede encontrarse con el alma. Pasamos la mayor parte del tiempo divididos, separados de nosotros mismos como si fuéramos eternos.
Desintegrar algo puede ser la mejor forma de entender que debemos llevar el cuerpo a esos lugares en los que sabemos que indefectiblemente puede encontrarse con el alma. Pasamos la mayor parte del tiempo divididos, separados de nosotros mismos como si fuéramos eternos.
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