Miro con romanticismo las vacaciones en la playa, tienen algo amoroso para mi. Un abuelo en el jardín de un viejo chalet, el primer verano de un bebé en la arena, los clásicos de siempre: la familia con la heladera y sus sandwiches, los mates con churros, la caminata a la noche por la peatonal y el clásico hipocampo que cambia de color según cómo está el día.
Venía a ver eso pero me encontré con una ruta temeraria, todos sobrepasando vehículos compulsivamente sin el más mínimo conocimiento de la física y con un absoluto desprecio por el otro, ese que viene de frente. Vehículos sin patente, niños viajando en el asiento de adelante a upa de madres que no llevaban cinturón. Fue muy angustiante. Fue un ir deseando que todos lleguemos bien y que la estupidez de ese gran número de inconscientes no le saliera caro al resto.
Pensé en silencio "parece una competencia por ver quién llega más rápido como si eso fuera a importarle a alguien más que al ego del que maneja, poniendo a sus propios seres queridos en riesgo".
Después llegó el momento de la playa, "por fin vamos a conectar con la naturaleza", pensé. En realidad conecté con la naturaleza, la humana! Salimos de la competencia de las ruedas para pasar a la competencia de los parlantes. Uno al lado del otro con altavoces del tamaño de un frigobar. ¿Qué carajo es esto? pensé una y otra vez. Subiendo el volumen todos un poquito minuto a minuto y gritando, claro... nadie se puede escuchar entre sí con semejante superposición de ruido porque eso ya no es música, es ruido. No escuché el mar, NO LO ESCUCHABA!
Quién lo tiene más grande no lo sabremos, definitivamente es difícil pensar que un niño crezca sano con tanta gente competitivamente ciega alrededor. Claramente lo que pasó con Fernando es otra muestra de lo deplorable que puede ser el ser humano que tiene tan poco respeto por el otro, por el espacio del otro, por el gusto del otro, por los tiempos del otro que vive queriendo tapar a ese otro.
Nada está separado de nada. Como somos en la calle somos en casa, en el trabajo, en nuestra familia y en nuestra conciencia. Hasta que no nos hagamos cargo vamos a repetirlo una y otra vez.
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