A veces extraño esos raptos de humanidad, no se si es la buena o la mala humanidad pero es esa que me permitía sentir que había sangre en mis venas.
El amor es una especie de yoga sin tanta ciencia ni silencio, es un momento quizás o puede ser la mismísima eternidad pero sin dudas es esa posibilidad de experimentar la vida pariéndose a sí misma, latiéndonos y lamiéndonos la espera.
A veces extraño los ritos, descifrar entre letras lo que escondía la sombra, ver a los relojes que se aceleraban y se detenían riendo como payasos siniestros por lo que se escurría cada vez que una aguja se encontraba con la otra.
Extraño descubrir la poesía que escribía una hoja cualquiera cayendo y rompiendo el silencio.
Los andenes vacíos ya no esperan porque yo también he dejado de esperar aunque alguna sonrisa me atrape liberando las mariposas que secuestró la soledad.
A veces extraño los escenarios y los disfraces, la honestidad imposible, el valor de un tiempo que siempre era robado. A veces extraño todo porque era nada.
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