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miércoles, 29 de julio de 2020

Lo escribí en Marzo de 2017 y hoy se publica así.

Así como Julieta esperaba en su balcón a Romeo, algunos -que no esperábamos tragedias- solemos amar los balcones, los jardines, las flores, las estrellas, armar una pequeña mesita en el parque con el césped recién cortado perfumando todo alrededor.

Yo amaba cantar sentada en mi ventanal.  La verdad es que era necesario para evitar acoples, pero empecé a disfrutarlo con el tiempo.  Como todo lo bueno en la vida, aquella vez no pidió permiso la música para tocar mi alma para siempre.  Recibí una invitación y fue la cita que repetí con nervios siempre porque cada encuentro era un desafío.

Una guitarra, un bajo, una batería, un micrófono. Ya podíamos empezar a soñar, lo hicimos durante 8 años. Así comenzó el camino.  Éramos tan  jóvenes, tan llenos de vida, tan eternos... teníamos ganas, corazón y nos faltaba vergüenza.  Cualquier espacio de dos por dos era nuestro estudio, era nuestro lugar en el mundo para sentir que había magia, una magia que nunca pudimos probar.

Suena "Nos veremos otra vez" y yo pienso en vos:  en tu pañuelo, en la musculosa blanca que tenías cuando te conocí, en tu seriedad, en tus gestos, en tu entusiasmo.  Delgado, desafiante y seguro, tan seguro que yo estaba a salvo en el escenario porque ahí estabas.

Te extraño tanto, tanto.  No me anduve permitiendo llorar porque tengo esa horrible sensación de que te regalo mi tristeza y quiero saber que donde estás, estás bien pero... es tan difícil por momentos.  Es que nos unió la música y yo vivo con ella cada momento, entonces te encuentro cuando en la calle pasa un auto y suena Divididos o cuando -como ayer- suena Kiss en Aspen con esa canción que cantábamos los dos.  Te encuentro entre mis papeles con las canciones que practicábamos, tengo tu letra y no paro de preguntarme qué querrías que hicieramos los chicos y yo con todo lo que nos quedó suspendido, nuestras canciones, nuestros sueños.

Hay despedidas para las que uno jamás está listo y yo no te quiero llorar querido amigo pero se acerca marzo y se que algo tuyo querría estar físicamente el lunes acá y ahí voy a estar, aunque mi presencia no llene nada, aunque se me parta el alma, aunque me vaya a doler su pequeña mirada.

Vos no creías en Dios y yo trataba de que una duda se sembrara en vos que creías en la magia y en el amor cuando estabas con tu familia y los observabas... yo te vi en mi sueño con alguien que te llevaba y te ibas feliz, por eso se que  estás con eso a lo que llamo Dios hasta que algún día (si corro tu suerte de irte al lugar bonito)  sepa ponerle el nombre correcto.

"Yo estoy con vos... nos veremos otra vez" a estas alturas se que es cuestión de tiempo, de una cuenta regresiva que todos tenemos para abrazarte una vez más.

Esto no es ni una carta, ni un poema.  Es algo así como una catarsis ahogada tirada al viento mientras se me cruza la imagen de Santy, la mirada de Me y la clara presencia de quien será eternamente un inolvidable amigo.



jueves, 2 de julio de 2020

Extraño

A veces extraño esos raptos de humanidad, no se si es la buena o la mala humanidad pero es esa que me permitía sentir que había sangre en mis venas.
El amor es una especie de yoga sin tanta ciencia ni silencio, es un momento quizás o puede ser la mismísima eternidad pero sin dudas es esa posibilidad de experimentar la vida pariéndose a sí misma, latiéndonos y lamiéndonos la espera.

A veces extraño los ritos, descifrar entre letras lo que escondía la sombra, ver a los relojes que se aceleraban y se detenían riendo como payasos siniestros por lo que se escurría cada vez que una aguja se encontraba con la otra. 
Extraño descubrir la poesía que escribía una hoja cualquiera cayendo y rompiendo el silencio.
Los andenes vacíos ya no esperan porque yo también he dejado de esperar aunque alguna sonrisa me atrape liberando las mariposas que secuestró la soledad.

A veces extraño los escenarios y los disfraces, la honestidad imposible, el valor de un tiempo que siempre era robado. A veces extraño todo porque era nada.